Riorganizzandone l’ordine per tema, riproduco qui stralci dell’intervista che all’inizio del 2009 mi fece la dottoressa Laura Vázquez, docente della Facoltà di Scienze Sociali dell’Università di Buenos Aires per la rivista argentina Diálogos de la Comunicación.
La Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta
Reza el editorial del primer número de la revista, aparecido en abril de 2001: «La información y el análisis de la producción de historietas en los países de América Latina resultan escasas y fragmentarias –excepto en Argentina, Brasil y México–, hasta inexistentes o de todas formas no emergentes más allá de los confines nacionales. La Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta nace con el intento de rellenar esta laguna, promoviendo el estudio de la historieta en América Latina en todas sus características y bajo el más amplio espectro de análisis (histórico, artístico, sociológico, semiológico, etcétera) y la circulación a nivel internacional de los resultados de estos estudios.»
[En 2009] los objetivos son los de entonces ya que la situación no ha cambiado sustancialmente. Del programa inicial lo que nos ha venido convenciendo es que, en larga medida, era pura veleidad la pretensión de seleccionar los trabajos para publicar bajo la insignia de los más rigurosos criterios científicos. En América Latina, mientras hay países donde el estudio de la historieta encuentra su ámbito natural en el mundo académico, hay numerosos más donde sólo son fragmentos dispersos y a menudo desordenados de su historia. Es decir, el estudio de la historieta está confiado exclusivamente a la memoria de aficionados, coleccionistas, profesionales, etc. Nos hemos encontrados así frente la necesidad de escoger entre un rigor académico que no nos habría consentido de echarnos mucho más allá de Argentina, México, Brasil, Cuba... y una actitud más acogedora que nos permitiera acercarnos, aunque con herramientas más rudas y superficiales, a muchas realidades estimulantes y desconocidas. La nuestra fue, y es, una elección de compromiso entre las dos opciones, adoptada en el convencimiento que ella no constituya una traición de nuestros objetivos, sino al contrario la solución que permite perseguir la más rigurosa cientificidad de las colaboraciones allá donde darse ese objetivo es posible, sin todavía renunciar a la otra misión que nos propusimos de explorar realidades aún desconocidas, promoviendo investigaciones y actitudes críticas sobre la historieta.
La revista se dio vida en 2001, en Cuba. Para aclarar estos motivos circunstanciales tenemos que hacer no uno, sino dos pasos atrás y remontar a 1986, cuando, después de casi veinte años que en Cuba no se habían publicado revistas totalmente dedicadas a la historieta, por iniciativa de la Editorial Pablo de la Torriente se crean tres de ellas: un tabloide quincenal, un mensual y un trimestral... y varias colecciones de álbumes monográficos. Acogidas con entusiasmo por un público en crisis de abstinencia, las publicaciones de la Editorial Pablo de la Torriente tuvieron un éxito excepcional, con ejemplares que en los quioscos se agotaban en pocos días. La aparición de las revistas no sólo ofrecen, finalmente, un espacio estable donde pueden publicar los pocos historietistas históricos, que con entusiasmo retoman en mano lápices y pinceles, sino también estimulan y determinan el acercamiento a la historieta de numerosos jóvenes dibujantes y escritores, y además involucran a destacados ilustradores y pintores. Los años siguientes se caracterizan por una tumultuosa producción historietística que, a pesar de su desorden y de fuertes desniveles cualitativos, revela y promete grandes posibilidades de desarrollo futuro.
La revista no puede contar con ningún tipo de financiación. Su creación, en condiciones que cualquiera persona razonable consideraría imposibles, se debe a la férrea voluntad y al incansable activismo de Irma Armas, entonces directora de la Editorial Pablo de la Torriente, la misma que, a pesar de la difícilisima situación económica del período, nunca quiso renunciar a llevar adelante la iniciativa de los bienales encuentros internacionales. Estas dificultades económicas no resienten poco. Para contener al máximo los costos, ella se imprime con una máquina que no permite una reproducción adecuada de los medios tonos. No sólo esto, a menudo los números de la revista, aunque cerrados puntualmente, se imprimen después con retrasos a veces de meses por la ocasional falta de papel o de tinta...
Los problemas más serios que la revista tiene que enfrentar no son todavía tanto estos cuanto los relacionados con su distribución, seriamente obstaculizada por los límites impuestos del bloqueo económico. Un problema, por ejemplo, que aún no ha encontrado una solución estable y satisfactoria es el del cobro de las suscripciones; y así la difusión se realiza especialmente por la generosa colaboración de amigos de los varios países latinoamericanos que con ocasión de sus viajes a Cuba se abastecen de colecciones de la revista que después venden en patria. Es este el motivo por el que, aunque tengamos muy claro cuál sea nuestro target-group, no conocemos exactamente a las manos de quién llegue la publicación. Por caminos que nos quedan misteriosos es todavía sorprendente el hecho que las cartas y mensajes que recibimos nos atestiguan que ella al fin logra llegar a los estudiosos que se ocupan de la historieta latinoamericana.
Gli Encuentros Internacionales de Historietistas
Los dirigentes de la Editorial Pablo de la Torriente en febrero de 1990 organizan en La Habana el 1º Encuentro Iberoamericano de Historietistas. En el encuentro participan una centena de historietistas cubanos que tienen finalmente la posibilidad de intercambiar experiencias con colegas argentinos, mexicanos, peruanos, costarricenses, españoles: fue un éxito, y una experiencia muy prometedora. Pero atrás de la esquina estaba en acecho un acontecimiento histórico que metería de rodillas la economía cubana, y con ella la exaltadora experiencia historietística cubana: el derrumbe de los países socialistas del este europeo. Víctima del treintañal bloqueo económico estadounidense, la economía cubana estaba en amplia medida dependiente de las relaciones privilegiadas con la URSS y los demás países socialistas. La caída de estos países determinó una gravísima crisis de la economía de la isla, y una de sus primeras manifestaciones fueron los drásticos cortes impuestos a la prensa. Numerosos periódicos y revistas desaparecieron, los pocos que se mantuvieron en vida vieron sus follajes severamente reducidos. Entre los primeros a desaparecer fueron las publicaciones de la Editorial Pablo de la Torriente, cuyos últimos números salieron en junio de 1990... pocos meses después de aquel febrero que había estado tan lleno de esperanzas y promesas. Había empezado el período especial, que habría llegado a sus momentos más ásperos entre 1993 y 1994. La Editorial Pablo de la Torriente de todas formas no renunció a los Encuentros, que puntualmente siguieron a organizarse con la prevista periodicidad bienal. La desaparición de las publicaciones de historieta dejó sin trabajo al amplio grupo de dibujantes y guionistas que se había venido formando durante los años anteriores: algunos de ellos se dedicaron así a actividades afines como la caricatura personal, la pintura o la cerámica para el mercado turístico, otros cambiaron radicalmente trabajo, otros se fueron del país. Los encuentros que se sucedieron en aquellos años vieron así una participación cubana siempre más modesta, mientras continuidad a la iniciativa no lograban asegurarla tampoco los extranjeros que, ellos también afectados por serios problemas económicos, no lograban participar en más de una edición de los Encuentros.
Se imponía buscar una solución. He aquí sintéticamente los resultados del análisis que se hizo a finales de 1997 en preparación del 5º Encuentro: «El análisis crítico de los resultados de la iniciativa pone todavía en evidencia un defecto fundamental reconocible en la discontinuidad, fragmentación y dispersión que la han caracterizado, lo que ha significado un cambio continuo y en gran medida casual de los participantes y que ha, por lo tanto, impedido que el proyecto evolucionara y progresara en el tiempo. A la luz de estas consideraciones se impone el momento de encaminar un proyecto cultural de más amplio aliento: Crear un observatorio permanente de la historieta latinoamericana que, coordinando el trabajo de estudio e investigación en los diversos países de América Latina, tenga como objetivo la profundización crítica del género, de su historia, de su desarrollo actual, tomando en consideración sus diversos valores artísticos, económicos, sociales, etc. En esta nueva perspectiva, por lo que se refiere a su contenido cultural, el encuentro bienal se convertirá así en un periódico congreso de la actividad de estudios del observatorio. Para garantizar la constancia y continuidad del empeño cultural propuesto se considera indispensable fundar una publicación de nivel rigurosamente científico, con una periodicidad inicial por lo menos semestral, con el objetivo de difundir los trabajos elaborados por los estudiosos del género.» La Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta habría nacido tres años después. Hay consciencia de los límites de esta experiencia que todavía no ha tenido la posibilidad de confrontarse con lo que se hace en el extranjero.
L’incontro con Alberto Breccia
Conocí personalmente a Alberto Breccia a principio de 1980 cuando decidí reunir en volumen los episodios de «Un tal Daneri» que en Italia ya habían aparecido por entregas. Ya admiraba al artista –que en Italia era bien conocido sobre todo gracias a revistas como Linus, Il Mago y Sgt. Kirk–, quedé fascinado por su persona, por su perenne insatisfacción por los resultados logrados y la continua búsqueda y experimentación de nuevas formas expresivas, de su humanidad, de su humildad, de su ternura. Inmediatamente nos caímos bien el uno al otro, tuve la oportunidad de tenerlo como huésped en mi casa por casi un mes, y empezó una amistad que los años sucesivos vinieron fortaleciendo. Entre las tantas deudas que tengo con Alberto, es a él a quien le debo mi vínculo con la historieta cubana. Un día me hablaba de la injusticia social y de las dramáticas condiciones de vida de los pueblos latinoamericanos; le pregunté si nunca había estado en Cuba. No –contestó–, nunca había ido a Cuba, ya que sus condiciones económicas no se lo permitían. «Cuando me inviten iré con mucho gusto e interés», me dijo. Por broma respondí que cuando lo invitaran, me avisara... y yo mismo habría viajado ahí para que a su llegada me encontrara esperándolo en el lobby del Hotel Habana Libre para invitarlo a un trago de bienvenida. Pasaron los años, ya había olvidado esa charla; pero no la había olvidado Alberto, que en enero de 1990 me telefoneó desde su barrio de Haedo para comunicarme conmovido que finalmente tenía la invitación a Cuba. Se trataba del Primer Encuentro Iberoamericano de Historietistas. Me liberé de mis cargos de trabajo y el mes siguiente, cuando Alberto llegó a La Habana yo estaba ahí esperándolo con el trago en mano. Con él participé en el Encuentro, conocí a los numerosos historietistas cubanos presentes, y con muchos de ellos establecí relaciones de amistad. En particular encontré buenos amigos en los organizadores, los dirigentes de la Editorial Pablo de la Torriente, y con el pasar de los años estuve cada vez más involucrado en sus actividades. De Cuba, Alberto se fue profundamente impresionado. Lo encantaron el respetuoso afecto con el que lo acogieron, la cordialidad y la alegría de los cubanos, los logros de aquella sociedad en la justicia social, en la escuela, en la salud pública. Aunque lo deseara, a Cuba no logró volver. Cruel ironía del destino. En 1993, cuando la enfermedad ya se había agravado, Alberto les preguntó a los amigos cubanos si hubiera sido posible ir a curarse en su país. No era cosa fácil, pero el empeño de Irma Armas logró superar todas las dificultades, y, feliz del resultado conseguido, el 10 de noviembre, temprano, ella telefoneó a la casa de Alberto... para oír que hacía pocas horas él nos había dejado.
Quando e come è nato il mio interesse per il fumetto
Claro, mis primeras experiencias de lector de historieta se remontan a mi niñez. Estamos hablando de los años alrededor del fin de la Segunda Guerra Mundial. La historieta italiana no me gustaba porque percibía la tosquedad de los guiones y de los dibujos (se debía, creo, a las bajas retribuciones que obligaban a los autores a un trabajo veloz y poco cuidadoso); me encantaban al contrario las fascinantes aventuras del «Mickey Mouse» de Floyd Gottfredson, de «Terry and the Pirates» de Milton Caniff, del «Secret Agent X-9» de Dashiell Hammett y Alex Raymond, del primer «Mandrake» de Lee Falk y Phil Davis, del primer «Phantom» de Lee Falk y Ray Moore, entre otras historietas. En esa época, en Italia de las tiras estadounidenses se borraban el copyright y la fecha; y así armado de lente pasaba horas buscando indicios, especialmente gráficos, que me permitieran de devolver la correcta cronología a los episodios que se publicaban sin orden. Este acercamiento filológico, esta propensión a examinar cuidadosamente todos los detalles de la viñeta, de la tira, de la página, no han faltado de influenciarme también en los años sucesivos, y aún hoy, es mi modo de leer los cómics. Se añada un amor entrañable por el papel impreso, por el olor de la tinta, que ha sido la droga de mi vida. Un amor por el papel impreso puede ser casi patológico, hasta el punto que, a pesar de no ser un coleccionista, guardo todo, también libros y revistas que sería más razonable destinar al cesto de la basura. Si no fuera por mi esposa guardaría también los periódicos. Tanto me gusta el papel impreso, que aprecio poco las evanescentes imágenes que me devuelve la pantalla de la computadora.
I fumetti digitali
Me doy perfectamente cuenta de las enormes ventajas de imágenes y textos digitales, así como de las oportunidades brindadas por internet. Nos encontramos frente a una revolución en el sistema de comunicación. Se dan hoy posibilidades de hacer circular las ideas y las creaciones artísticas hasta ahora nunca conocidas. Hay muchos problemas aún para resolver, pero es indudable que nos encontramos en la víspera de inimaginables innovaciones en el mundo no solo de la comunicación, sino también de las relaciones sociales, de la cultura y del arte. En el caso particular de la historieta el elemento hoy más significativo parece ser la posibilidad por el autor de dar a conocer su obra sin tener que pasar por todos los condicionamientos económicos e ideológicos impuestos por el editor. Perfecto. Pero déjenme decir que leer una historieta, como un ensayo, como una novela, es por mí una experiencia mucho más amplia de la solo visual: está hecha también, y sobre todo, de sensaciones táctiles, olfativas. Estoy viejo: en el papel veo, siento, el signo del autor; en la pantalla el esfumado sin alma del Photoshop.
L’intervista da cui sono tratti i brani qui riproposti è stata pubblicata con il titolo «En el papel veo el signo del autor» sulla rivista Diálogos de la Comunicación, no. 78, Buenos Aires, enero-julio 2009.